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Mostrando entradas de septiembre 5, 2010

La gente que me gusta

Por: Mario Benedetti Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace en menos tiempo de lo esperado. Me gusta la gente con capacidad para medir las consecuencias de sus acciones, la gente que no deja las soluciones al azar. Me gusta la gente estricta con su gente y consigo misma, pero que no pierda de vista que somos humanos y nos podemos equivocar. Me gusta la gente que piensa que el trabajo en equipo, entre amigos, produce más que los caóticos esfuerzos individuales. Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría. Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos serenos y razonables. Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza de reconocer que no sabe algo o que se equivocó. Me gusta la gente que, al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos. Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente; a ésto

LOS ESTATUTOS DEL HOMBRE

Artículo 1 Queda decretado que ahora vale la vida, que ahora vale la verdad, y que de manos dadas trabajaremos todos por la vida verdadera. Artículo 2 Queda decretado que todos los días de la semana, inclusive los martes más grises, tienen derecho a convertirse en mañanas de domingo. Artículo 3 Queda decretado que, a partir de este instante, habrá girasoles en todas las ventanas, que los girasoles tendrán derecho a abrirse dentro de la sombra; y que las ventanas deben permanecer el día entero abiertas para el verde donde crece la esperanza. Artículo 4 Queda decretado que el hombre no precisará nunca más dudar del hombre. Que el hombre confiará en el hombre como la palmera confía en el viento, como el viento confía en el aire, como el aire confía en el campo azul del cielo. Parágrafo: El hombre confiará en el hombre como un niño confía en otro niño. Artículo 5 Queda decretado que los hombres están libres del yugo de la mentira. Nunca más será preciso usar la coraza del silencio ni

EL MAESTRO LUIS JAIME CISNEROS

Palabras de Luis Jaime Cisneros en la ceremonia que lo reconoce como profesor emérito de la PUCP, 3 de septiembre del 2010 Señor Rector de la universidad; señores vicerrectores; señor Jefe del Departamento de Humanidades: Tras sesenta largos años, dejo la cátedra y me retiro de las aulas universitarias. Se dice con facilidad, pero un minucioso recuento de lo compartido y recibido revela cuánto me ha beneficiado este largo contacto con alumnos y colegas. A Jorge Puccinelli debo el haberme propuesto, una tarde de junio de 1948, visitar la Católica. Salimos de San Marcos por la puerta de Azángaro, tomamos Tambo de Belén y divisamos, de pronto, emergiendo de la penumbra invernal, las torres de la Recoleta. En seguida, llegados a la plaza, comencé a memorizar esa esquina en que aseguraba su presencia la Católica. Al entrar, aprendí a reconocer, a la izquierda del patio, ese árbol que presidiría largo tiempo nuestras charlas. No advertí que, al estrechar la mano de Raúl Ferrero, decano a l